Hoy os traemos otro de esos coches imperfectos que tanto nos gustan. Se trata del Rover 220 Turbo, un precioso coupé de grandes cualidades… y de grandes defectos. Un coche que brilló en los 90, pero que se quedó a medias por sus enormes contradicciones.

Rover había lanzado en 1989 la segunda generación de su gama 200, que había diseñado en colaboración con Honda. El coche contaba con una estética muy elegante, unos acabados interiores bastante aparentes y un correcto bastidor. De cara a la clientela más deportiva, ofrecía la versión 220 GSI 16v, que con su bonita carrocería de 3 puertas y un motor de 2 litros 16 V de 136 CV (la misma potencia que un Golf Mk2 GTI 16V) ya tenía sus adeptos.

Rover deseaba plantar cara al Opel Calibra y al BMW Serie 3

Pero Rover quería y competir con los mejores coupés de la competencia, y desarrolló una carrocería Coupé sencillamente espectacular. “Estiró” el coche cinco centímetros, bajó la altura de la carrocería otros dos y diseñó una línea de techo más deportiva que la del 3p. Mantuvo la distancia entre ejes (2,55 m) y modificó las ventanas traseras. Además, con el fin de darle un toque exclusivo, se decidió dotar al coche de un techo elevable y extraíble de cristal al estilo targa.

El resultado de todo este cóctel dejó boquiabierto a todo el mundo. El Rover 200 Coupe era una auténtica preciosidad, elegante y deportivo a partes iguales. El hecho de ser un Targa le daba un halo de exclusividad, el techo de cristal desmontable le daba un rollo muy tecnológico y, para rematar, Rover se sacó de la manga la variante 220 Turbo de 200 CV. ¿El coupé perfecto?

Sutiles pero efectivas diferencias con sus hermanos

Exteriormente, el 220 Turbo añadía sobre las versiones menos potentes un capot motor específico con un abultamiento en la parte central derecha, unas preciosas llantas de 6 radios y 15 pulgadas y los faros antiniebla. Compartía con el 220 atmosférico un elegante alerón trasero del que carecía el 216 y que le sentaban de maravilla

Interiormente, los cambios sobre las versiones “normales” se centraban en una tapicería de cuero y tela de serie, y de un volante y palanca de cambios forrados en cuero. El espacio interior disponible era bueno para ser un 2+2 y los acabados interiores eran buenos. La madera, el techo de cristal (solo deja pasar un 6% de luz) y el cuero opcional remataban el panorama francamente agradable.

Un motor bestial

Pero, sin duda, la estrella de este Rover 220 Turbo era el motor. De la familia T del fabricante inglés, este 4 cilindros de 2 litros turbo es el mismo que tenía el Rover 820 ti de 180 CV. Con modificaciones en árboles en inyección, encendido, árboles de levas y soplado del turbo, el rendimiento del motor alcanza los 200 CV y los 24,6 Nm de par. Pero los números no expresan la contundencia o la capacidad de recuperación de este bicho. El reducido peso (1.185 Kg anunciados), sin duda “ayudaban” al motor. Las prestaciones anunciadas eran espectaculares: la aceleración 0/100 la hacía en 6,6 s y la velocidad máxima es de 241 Km/h. Un auténtico avión, que tenía mayor capacidad de aceleración real que un Opel Calibra turbo 4×4, que era el auténtico coco de la categoría media.

Para controlar un motor tan brutal se necesita una buena puesta a punto del bastidor y una correcta motricidad. Así que los ingenieros de Rover decidieron poner un diferencial autoblocante Torsen, habitual en otros deportivos y por primera vez presente en un coche de tracción delantera.

No todo es bueno

La teoría era buena, pero en la práctica se demostró que el plan salió a medias. En autovías y en vías rápidas, este Rover vuela. En este tipo de carreteras, el motor empuja a pleno pulmón y te permite viajar a velocidades que escandalizarían a la DGT. El confort proporcionado por asientos y suspensiones es bueno, aunque se ve empañado por el ruido aerodinámico proveniente del techo de cristal. Y en el día a día, es un coche muy completo y fácil de usar

Pero la motricidad, cuando se aprieta el acelerador a fondo desde baja velocidad, era mala. El coche hace patinar las ruedas delanteras hasta derretirlas si el conductor se empeña, y el Torsen transmitía la potencia de manera muy brusca en curvas lentas y con vibraciones que llegan al volante. Además, se percibe en conducción deportiva que la rigidez del coche no es la que debería.

En un puerto de montaña a plena carga, las sensaciones al volante no son las mejores porque las reacciones del tren delantero comprometen al conductor. En dichas condiciones, solo un experto era capaz de sacarle el máximo partido. Porque el 220 Turbo obliga a ser muy preciso con el acelerador y a abrir las trazadas al máximo para poder dar gas.

Me encanta este coche

Lo curioso es que a este 220 Turbo no le hacía falta un motor tan temperamental. Desequilibra todo el coche y no le permite brillar como merece. Da la impresión de que se lanzó al mercado sin terminar de desarrollar. Tal vez afinando la puesta a punto del bastidor, equipando al coche con unas llantas y neumáticos de mayores dimensiones (195/55/R15 de serie), algún refuerzo para rigidificar el conjunto y un dulcificando un poco la respuesta del motor, el coche hubiera sido el coupé que la gente de Rover tenía en la cabeza

Tú hoy podrías hacer algunos de estos cambios, y terminar lo que Rover dejó a medias. Y te quedaría una máquina bestial. Me encanta este coche.

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