Estamos ante un coche absolutamente extraordinario, con tantas cualidades como berlina de lujo como de deportivo de muy altas prestaciones. Es el resultado de la colaboración de dos de las marcas más míticas del planeta, que desarrollaron una maquina perfecta pese a las dificultades del proyecto y de un proceso de fabricación de lo más singular. Difícilmente se volverá a montar un entramado como el que permitió el nacimiento del mítico Mercedes 500E. Si no conoces su historia, quédate con nosotros y descubre una berlina que ya forma parte de la historia del automóvil.
Con más pedigrí que un pastor alemán
Desde mediados de los años 80, Mercedes-Benz disfrutaba del enorme éxito que la clase 200/300 (la conocida ahora como Clase E) tenía en todo el mundo. El público se sentía atraído por el inigualable cóctel de elegancia, calidad, prestancia y comodidad, que además disfrutaba de la proverbial fiabilidad que distinguía a la marca de la estrella.
No obstante, BMW presentaba batalla con su magnífica serie 5 e34, que tenía como culmen el fantástico M5 de 315 CV, una versión muy deportiva para la que Mercedes-Benz no tenía respuesta por potencia o prestaciones. Y eso le tocó los bemoles a Mercedes-Benz, que decidió dar un puñetazo en la mesa.
Así que las mentes pensantes de la marca de la estrella se pusieron manos a la obra. El objetivo era hacer una berlina con las prestaciones espectaculares y un comportamiento en carretera brillante, pero que siguiera siendo tan cómodo, elegante y fiable como cualquier otro Clase 200/300. El motor elegido para esta versión iba a ser el V8 de la clase S.
El problema es que en la fábrica de Sindelfingen (lugar de producción de la Clase 200/300) estaban a tope y no existía una línea de montaje específica para creaciones de este tipo. Así que contactaron con Porsche, que disponía de una oficina de ingeniería para realizar trabajos para otras marcas, y que además tenía libres una parte de sus instalaciones cercanas a la fábrica de Mercedes-Benz. Se planteó el proyecto y se llegó a un histórico acuerdo, por el que Porsche llevaría a cabo el desarrollo de la versión usando el máximo de componentes Mercedes-Benz. Dos titanes del automóvil trabajando codo con codo para desarrollar una berlina excepcional.
Un proceso de fabricación largo y muy caro
Partes del chasis y la carrocería salían en camiones desde Sindelfingen hacia la fábrica de Porsche, donde se montaban. Las carrocerías ya completas pero desnudas volvían a las instalaciones de Mercedes, donde eran tratadas y pintadas. Tras este proceso, volvían a Zuffenhausen, donde se terminaban los coches incorporando el resto de elementos (interiores, trenes rodantes, motores, etc). Por último, los coches ya terminados volvían a Sindelfingen, donde se hacía el control de calidad final. Toda una locura a nivel logístico, porque cada unidad se fabricaba según el color y acabado interior solicitado por cada cliente. Y no podía haber ningún tipo de fallo en todo el proceso.
Prestaciones excepcionales
Lo primero que tuvo que hacer Porsche fue tratar de meter el motor V8 de 5 litros acoplado a una caja automática de cuatro velocidades en un vano motor que no fue diseñado para albergarlo. Acabó entrando tras muchas horas de estudio, recolocación de periféricos como la batería (en el maletero) y hasta el diseño de útiles y herramientas especiales para trabajos de postventa. Pero el resultado mereció la pena. El coche dispone de los mismos 326 CV y 470 Nm que el Mercedes 500SL, que equipa la misma especificación del mítico V8 de la marca.
A pesar de que la caja de cambios automática es de tan solo 4 velocidades, el coche tenía unas prestaciones excepcionales: Aceleración 0/100 en 5,9 segundos, una velocidad máxima autolimitada de 250 Km/h y, sobre todo, de una capacidad de recuperación inigualable. Da igual a qué velocidad vayas con este coche. Pisas, reduce una o dos marchas, y sales completamente despedido en cuestión de décimas de segundo. La sensación de poderío no se encuentra en ninguno de sus rivales de la época. Se pasa por la piedra al M5 de 315 CV en todos los registros, empata en aceleración con la posterior versión 3.8 de 340 CV y se fulmina a ambos en recuperaciones. Ventajas de un cambio automático muy bien puesto a punto.
Diseño exterior: discreto pero muy poderoso
Sobre la carrocería de un 300E, Porsche modificó y ensanchó las aletas, diseño nuevos paragolpes, incorporó las llantas de 8 orificios ya vistos en los SL500. La altura de la carrocería disminuyó 23 mm y su anchura aumentó en 56 mm para poder acoger el aumento de las vías practicado en ambos ejes. Con todos estos cambios, el aspecto del 500E es muy atractivo. Sin perder ni un ápice de la elegancia del diseño del equipo de Bruno Sacco, el coche se percibe mucho más agresivo.
Comportamiento en carretera: de locos
El bastidor de los W124 sufrió también numerosas modificaciones. Aparte del aumento de vías y la reducción de la altura de la carrocería ya mencionados, los muelles y amortiguadores se endurecieron y la puesta a punto de todo el bastidor se enfocó en obtener la máxima estabilidad. Opcionalmente se disponía de suspensión trasera autonivelante, para que al coche no le afectara la carga.
No hay autoblocante, pero entre la sofisticación de las suspensiones y el control de tracción, el coche siempre va sobre raíles. En carreteras de media y alta velocidad el comportamiento es maravilloso y solo en carreteras de montaña y en curvas muy pronunciadas, un M5 sería más efectivo. Lo mejor de todo es que el 500E es brillantísimo en carretera a la vez que es excepcionalmente cómodo, mucho más que el misil de BMW. Cierto que no podía ofrecer sensaciones tan deportivas como éste, pero sí la misma efectividad a nivel general con la mitad de esfuerzo para conductor y ocupantes.
Por cierto, el equipo de frenos empleado en el coche es también el mismo que equipaban los SL W129, y son muy potentes y resistentes a la fatiga.
Caja de cambios: el único aspecto que no es de 10
La caja de cambios automática es la habitual de 4 velocidades que fabricaba la propia Mercedes-Benz. Para la época, era rápida, suave e indestructible. Permitía un uso manual bastante preciso gracias al guiado tipo laberinto de su palanca. A base de bloquear en primera, segunda o tercera, se podía hacer una conducción bastante deportiva. No obstante, es evidente que, a pesar de la enorme potencia y par del motor, le hubiera venido de perlas la variante de 5 velocidades que posteriormente veríamos en siguientes lanzamientos de la marca. El coche habría sido aún más rápido en aceleraciones y hubiera mejorado el aspecto de los consumos (elevados en cualquier circunstancia)
Interior: calidad excepcional
Aquí poco se podía mejorar. La calidad visual y percibida del interior del 500E es excepcional. Cada botón, cada mando, tiene un acabado sublime. El tapizado de cuero es maravilloso, las maderas disponen de una calidad de terminación impecable y cada plástico del salpicadero o puertas tiene un aspecto magnífico. Lógicamente el equipamiento era completísimo, pero siempre abierto a mejorarlo con costosas opciones. Los asientos delanteros son comodísimos y sujetan francamente bien el cuerpo. Llama la atención la configuración del interior para cuatro ocupantes, pero la necesidad de incorporar un diferencial trasero de gran tamaño no permitía una plaza central trasera de dimensiones normales.
Mercedes E500
A finales de 1993 Mercedes-Benz presentó el restyling de la clase 200/300, que desde ese momento pasó a denominarse Clase E. El 500E empezó a ser conocido como E500 y se benefició de los cambios a nivel estético de sus hermanos de gama: parrilla delantera integrada en el capó, paragolpes sin molduras en negro, pilotos traseros en colores rojo y gis oscuro, intermitentes delanteros en la misma tonalidad de los faros delanteros, etc. A nivel mecánico, las normas anticontaminación obligaron a la marca a retocar la electrónica del motor, entregando oficialmente a partir de ese momento 320 CV.
Conclusión: un coche para coleccionar
Me temo que nuestro consejo llega tarde: si tienes oportunidad de hacerte con un 500E/ E500 de la caja W124, ni lo dudes. Primero, porque es casi el coche perfecto en todos los sentidos. Segundo, porque es una creación única, fruto de la colaboración de dos grandes fabricantes, lo que le ha convertido en un mito. Y esto cada vez es más valorado por los coleccionistas. La cotización del 500E no deja de subir por todo ello.